Al gato le gusta esa manzana mordida,
pero no sabe si comerla o pedirle unos mimos.
Ronronea y ofrece la cabeza y el lomo
esperando caricias de una fruta.
Si tu gato que es tan sabio confunde
dos gustos tan dispares, por qué yo
con esta cabeza menos clara
no voy a confundir lo dulce en el sexo
con lo dulce en el amor, y por qué
no voy a sacar conclusiones
extrañas de esa equivocación.
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